Editorial
LA FUERZA DE LA TERNURA
Ante el rotundo fracaso de tantas revoluciones abortadas en los últimos años nos preguntamos por la posibilidad de encarar “Otra Revolución” que no es otra cosa que tomar en serio el Reino predicado por Jesús. El Reino es la revolución siempre en marcha, porque responde a las necesidades reales del ser humano y de cada época de la historia. Que esta revolución permanente exige “entrar en contacto con la existencia real de los otros”; cuya significación es “creer” en la fuerza de la ternura. Dicho de otra manera, tratar de reconocer en la vida ordinaria que “cada hombre y cada mujer son inmensamente sagrados y merecen nuestro cariño y nuestra entrega”, sin que ninguna diferencia humana, creencia o posición cultural o social impida el abrazo más fraterno y de responsabilidad mutua. Y será en un cara a cara con los sufrimientos y luchas de liberación como los creyentes en el Dios de Jesús haremos frente al Reino de Dios en este mundo. Se trata de liberar el nombre de Dios de tantas suciedades, ideológicas y de poder, con que ha sido encubierto a lo largo de los siglos. Es un Dios, el nuestro, el de Jesús de Nazaret, que sólo nos pide el amor: que aceptemos su amor gratuito y que lo compartamos gratuitamente con los demás.
De modo que en todas las actividades cristianas debe aparecer con nitidez que es ese amor y el amor que da la vida por los que se ama, debe manifestarse con claridad meridiana.
ME LLAMO HANNA Y LE DOY GRACIAS A DIOS Y A MI MAMA POR TANTA TERNURA RECIBIDA
Se trata de dar un testimonio, cuya orientación sea siempre a favor de los hombres, en la encrucijada de la historia. Se trata de limpiar el rostro de Dios de tan excelsa lejanía, de tanto poder castigador, de tanta majestad que supone limitaciones de valores humanos, a fin de que nuestras vidas sean gratas en una sumisión servicial. De tal manera que el Dios del Reino es un Dios que ama la vida y se deja encontrar por los que amen la vida. Él es el primer colaborador en función del mayor éxito posible, de la más gozosa realización de cada persona en una máxima belleza.
Es así como se puede entender que la utopía del Reino coincide con la Gran Revolución de la ternura. Revolución significa cambios radicales que se precisan para que no muera la sociedad que los reclama. Para el mundo de hoy, el más absoluto de los cambios, el que puede garantizar un futuro del ser humano, ¿no parece ser el de la revolución de los últimos tiempos, la que consiste en comenzar por solucionar los problemas de los que más sufren, sea de hambre, marginación social o discriminación cultural o racial (todos ellos carencia de valoración de su dignidad sagrada de persona)? Se trata de poner todo lo que está arriba al servicio de lo que está abajo, hasta que se nivelen los estatutos de bienestar en clima de fraternidad.

Una utopía del Reino, irrenunciable en la predicación del cristianismo; una religión significativa para la ascensión humana que deberá empeñarse en hondar en el valor de la ternura, el arma más eficaz.
Al enemigo hay que vencerlo con la fuerza de la ternura, porque sólo ésta arranca todo sentimiento de venganza, odio y resentimiento de los corazones que se saben salvados, no por ninguna fuerza de poderes ni de leyes de este mundo, sino por la experiencia de ser amados con un amor invencible y universal.
En definitiva, sólo el amor salva.

Si me siento amado por un amor que plenifica mi ser, ¿qué otra salvación puedo desear? Si amo al mundo en que vivo y a todos los seres que lo pueblan con un amor de admiración, solidaridad y servicio, ¿qué más valioso para ser testigo gozoso del Reino Prometido? Tanto el que así es amado y así ama, comprometido con la misma tarea que Dios realiza en el mundo, no tardará mucho tiempo en darse cuenta de que el tiempo humano, está concebido de eternidad.



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