ÁLVARO LACASTA S.J.
DIRECTOR NACIONAL DE LA RED MUNDIAL–VENEZUELA
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EDITORIAL
<<Poderosas razones
tiene el corazón que
la razón desconoce>>.
(Pascal).
Estas palabras de Pascal quieren gratificar y orientar el inicio de esta editorial. La propuesta que ofrece el artículo: “El Corazón de Dios se hizo en Cristo plenamente humano” pretende formar un corazón centrado, auténtico, anclado y fiel, comprometido con las mejores posibilidades de la vida, habitado por una presencia infinita que resucita todas nuestras muertes, sintiendo que la alegría y el sentido brotan por nuestro centro como un regalo del misterio que somos. En esta alternativa se nos va la vida, pues el deseo que habita nuestro corazón, es el que nos va configurando por dentro e inclina nuestra vida en una determinada dirección. Otra pincelanza. Las citas que aparecen en los artículos quieren ratificar que vivimos en una época que no es de textos, sino de testigos. Las personas que nos hablan del corazón al corazón, son de hoy, y de otros siglos, de la Biblia y de la calle, mujeres y hombres, de la paz y de la lucha. No son orientaciones de cómodas recetas, en las que se vende la dicha como píldoras contra el insomnio o la depresión.

Una nueva pincelada, agradable que nos sitúa con esperanza ante una nueva tarea en la que se juega la calidad de nuestra vida desde el mismo centro de toda persona situada en nuestra cultura, donde también el Espíritu trabaja, asumiendo desde abajo y desde dentro el futuro más humano para todos, sin exclusión alguna.
Al final, podemos preguntarnos: ¿doy entrada en mi vida a la “ventaja humanizadora” que me es ofrecida en Jesús? La dura cerviz del Antiguo Testamento es nuestra residencia a dejarnos hacer verdaderamente humanos por Dios. Plotino, muriendo, dijo: “Estoy tratando de conducir, lo divino que hay en el Universo”. Reformulada en cristiano, esta es la tarea: conducir lo humano/ divino que hay en mi a que reproduzca lo divino/humano que he descubierto en Él.

Acogemos su oferta de un corazón nuevo que alivia el corazón de nuestra cultura descorazonada: “os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26).
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