Recemos por los ancianos que representan las raíces y la memoria de un pueblo, para que su experiencia y sabiduría ayude a los más jóvenes a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad.
DISCURSO A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO INTERNACIONAL “LA RIQUEZA DE LOS AÑOS”
Francisco 31 de enero de 2020

La “riqueza de los años” es la riqueza de las personas, de cada persona que tiene a sus espaldas muchos años de vida, experiencia e historia. Es el tesoro precioso que toma forma en el camino de la vida de cada hombre y mujer, sin importar sus orígenes, procedencia, condiciones económicas o sociales. Porque la vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás. Siempre, siempre es así. Cuando pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, sobre todo en la dimensión pastoral, debemos aprender a cambiar un poco los tiempos de los verbos. No sólo hay un pasado, como si para los ancianos sólo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido. No. El Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración… Hoy quisiera deciros que los ancianos son también el presente y el mañana de la Iglesia. Sí, ¡son también el futuro de una Iglesia que, junto con los jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los ancianos y los jóvenes hablen entre ellos, es muy importante. La profecía de los ancianos se cumple cuando la luz del Evangelio entra plenamente en sus vidas; cuando, como Simeón y Ana, toman a Jesús en sus brazos y anuncian la revolución de la ternura, la Buena Nueva de Aquel que vino al mundo para traer la luz del Padre. La vejez no es una enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla. […] Dios tiene un pueblo numeroso de abuelos en todo el mundo. Hoy en día, en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Son el eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes pastorales y a considerarlos, de forma no episódica, como uno de los componentes vitales de nuestras comunidades. No sólo son personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para custodiar sus vidas, sino que pueden ser actores de una pastoral evangelizadora, testigos privilegiados del amor fiel de Dios.
COMENTARIO PASTORAL
P. Fco. Javier Duplá sj.
Espontáneamente pensamos en los ancianos como seres acabados, que dan trabajo, necesitan compañía y servicio y no entienden el mundo actual. Es un enfoque muy equivocado. Los ancianos pueden aportar mucho a la sociedad actual si esta sabe valorarlos. Su experiencia de la vida que han vivido les invita a dar consejos sabios para que los jóvenes eviten lo malo y engrandezcan lo bueno que van viviendo.

¿A partir de cuándo se es anciano? Hace pocos años anciano era el que pasaba de setenta, pero ahora no hay edad definida, porque a esa edad muchas personas están muy bien física y mentalmente. Mientras se es capaz de dar algún aporte a la familia, a la institución o a la sociedad, la persona no es anciana.
Eso es lo que el Papa resalta en sociedades en las que los padres ya no transmiten la fe a sus hijos, y son sustituidos por los abuelos, que sí saben transmitir la fe con su palabra, su cariño y su ejemplo. En los países así llamados desarrollados se ha extendido el agnosticismo, que produce una sociedad amorfa e individualista sin más horizonte que el hacer dinero. Este es un enfoque muy peligroso para el futuro de la Tierra, en la que los recursos se agotan, el clima cambia a peor y se ahonda la diferencia entre pocos ricos y mayorías pobres.
La vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, dice el Papa. Todos debemos estar muy agradecidos a Dios, que nos sacó de la nada y nos abrió los ojos ante las maravillas de la creación y de los seres cercanos que son nuestra familia. Trasmitir esa actitud de agradecimiento ensancha el horizonte vital de los jóvenes y les ayuda a ser generosos, para que no piensen solamente en ellos mismos, sino en este mundo que les ha tocado vivir. Para eso les ayudará mucho escuchar a las personas mayores, sobre todo a las que han vivido con fe, siguen teniendo esperanza y se esfuerzan por querer a todos. No sólo escucharlas, sino emprender tareas comunes, como puede ser apoyar la catequesis parroquial o la de los institutos educativos. Los niños aprenden de la palabra viva, ríen con las anécdotas, admiran y quieren a los que les hacen caso, imitan los buenos ejemplos. También imitan los malos, por eso hay que evitárselos.
Es una bonita expresión “la riqueza de los años”, que es como debemos calificar los años de vida transcurridos. Los que tienen muchos, para agradecer a Dios y transmitir a los jóvenes la alegría de vivir. Los jóvenes, para disponerse con sus actitudes y acciones a enriquecerse espiritualmente y contribuir así a crear una sociedad mejor para todos.

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