“Recemos para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio”
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL
CHRISTUS VIVIT, Francisco, 25 de marzo de 2019
María, la muchacha de Nazaret
43. En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era muy joven, recibió el anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas (cf. Lc 1,34). Pero tenía un alma disponible y dijo: «Aquí está la servidora del Señor» (Lc 1,38).
44. «Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase” que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: bueno, vamos a probar a ver qué pasa. María no conocía esa expresión: vamos a ver qué pasa. Era decidida, supo de qué se trataba y dijo “sí”, sin vueltas. Fue algo más, fue algo distinto. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa. Y yo pregunto a cada uno de ustedes. ¿Se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante? María tendría, sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir “no”. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano. ¡María no compró un seguro de vida! ¡María se la jugó y por eso es fuerte, por eso es una influencer, es la influencer de Dios! El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades».

45. Sin ceder a evasiones ni espejismos, «ella supo acompañar el dolor de su Hijo […] sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza […]. De ella aprendemos a decir “sí” en la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar».
46. María era la chica de alma grande que se estremecía de alegría (cf. Lc 1,47), era la jovencita con los ojos iluminados por el Espíritu Santo que contemplaba la vida con fe y guardaba todo en su corazón de muchacha (cf. Lc 2,19.51). Era la inquieta, la que se pone continuamente en camino, que cuando supo que su prima la necesitaba no pensó en sus propios proyectos, sino que salió hacia la montaña «sin demora» (Lc 1,39).

47. Y si hacía falta proteger a su niño, allá iba con José a un país lejano (cf. Mt 2,13-14). Por eso permaneció junto a los discípulos reunidos en oración esperando al Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Así, con su presencia, nació una Iglesia joven, con sus Apóstoles en salida para hacer nacer un mundo nuevo (cf. Hch 2,4-11).
Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por ella, que la busca haciendo silencio en el corazón, aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones. Pero ante los ojos de la Madre sólo cabe el silencio esperanzado. Y así María ilumina de nuevo nuestra juventud.
COMENTARIO PASTORAL
El papa Francisco habla de la Virgen María como de una chica, una jovencita, una muchacha, gran modelo para una Iglesia joven. No solemos tratar así a la Virgen, con esa confianza y esa distancia que dan los años, pero el Papa tiene razón: María tenía solo trece o catorce años cuando recibió la visita del ángel y dijo sí de una vez a la propuesta de Dios. María es gran inspiradora para la gente joven en la Iglesia, que también reciben propuestas de Dios para sus vidas. ¿Qué propuestas? Que sean jóvenes creyentes, con gran fe y disposición a poner por obra lo que Dios les inspira. ¿Qué les propone consagrarse en el sacerdocio o la vida religiosa? Pues a eso están dispuestos. ¿Qué les propone llevar una vida de fe y de esperanza como personas casadas? Pues lo aceptan con gusto sin dejarse influenciar por el hedonismo de la cultura actual, que busca cambiar de pareja con frecuencia.

Alguno podría pensar que las jóvenes son más generosas que los jóvenes, que tienen mejor oído para lo que Dios les propone y más disposición para hacerlo. No tiene por qué ser así, como no lo fue en el caso de José, el esposo de la Virgen, que hizo caso a lo que Dios le dijo en el sueño. Y para eso hacía falta mucho valor y confianza en Dios, que quiere para cada uno de nosotros una vida plena. José se puso en camino con su familia. Eso debemos hacer, ponernos en camino.
A los jóvenes pertenece el futuro del mundo y de la Iglesia. El Papa les anima a que sean creativos, a que se dejen inspirar por el Espíritu, que siempre quiere lo mejor para la raza humana. La violencia de la guerra, como la actual provocada por Rusia, la violencia intrafamiliar, los abusos contra los débiles son prueba manifiesta de la presencia del maligno. A los jóvenes les anima el Papa a que vivan su fe con alegría, sintiéndose amados, que están invitados a construir un mundo mejor. ¡Y vaya que pueden hacerlo con la ayuda de María!
P. Fco. Javier Duplá sj.

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