ÁLVARO LACASTA S.J.

DIRECTOR NACIONAL DE LA RED MUNDIAL DE LA

ORACIÓN DEL PAPA – VENEZUELA

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EDITORIAL

Nos encontramos en medio de una civilización que sigue perdiendo el sentido de humanidad, y de la paz interior y exterior.

No son los problemas políticos, religiosos, los peores del mundo de hoy, sino la falta de sensibilidad y compasión. Informes científicos dicen que ya hemos pasado el punto crítico del calentamiento y que no habrá vuelta atrás y que ni la ciencia ni la tecnología pueden salvarlos.  Individuos, grupos políticos y económicos están cavando su tumba. Y ahora llegamos a la edad del “fuego de la Tierra”, tal vez la fase más peligrosa para nuestra supervivencia.

Un ejemplo, en nuestro país vecino, en Brasil, 33 millones sufren hambre y 110 millones se reúnen en un estado de escasez de alimentos –comen hoy, pero no saben si comerán mañana o en los días siguientes-. Pregunta imparable: ¿somos humanos todavía, o vivimos en la antigüedad de nosotros mismos, sin habernos descubierto como iguales? ¿habitantes de la misma Casa Común?…

Otro ejemplo. Hace dos mil años Jesús nos enseñó a vivir el amor incondicional, la solidaridad, la compasión, el respeto y la reverencia ante Dios Padre. Su mensaje permanece. Una buena parte lo ha traicionado. Pero otros lo han seguido y siguen sus ejemplos, para mantener el mundo como es, con sus poderes y desigualdades, y el caos interno, calumnia, desprecio. Dios todavía nos quiere y nos perdona.

En otros boletines anteriores cité a uno de los más grandes pensadores modernos llamado Théodose Jacob, quien escribió un libro entero exactamente con este título: “¿Qué pasaría si la aventura humana fallase?” En la base de su suposición está la aterradora capacidad destructiva de los seres humanos, pues “son capaces de una conducta insensata y demente; a partir de ahora se puede temer todo, verdaderamente todo, incluso la aniquilación de la raza humana”.

Nos cuesta aceptar el riesgo de destruir nuestro futuro. En julio de 2021, el gran pensador de la complejidad Edgar Morín cumplió 100 años. Un gran observador atento del curso del mundo, nos ha regalado un libro lleno de advertencias sabias y severas.

Morín advierte: “Tenemos que tener cuidado, tratar de ver y entender lo que está sucediendo. La gran mayoría, incluidos los jefes de estado, no son conscientes de las grandes amenazas para el planeta tierra, la vida y nuestro futuro. Parecen sonámbulos o zombis, obsesionados con la idea de un crecimiento económico, cada vez mayor, así como la seguridad y el aumento de la construcción de armas de destrucción masiva. Los bienes y servicios importantes para la vida se están agotando. Ya ahora, necesitamos 1.7 Tierra para satisfacer el tipo de consumo, principalmente, de los ricos. Lo que ya no puede es quitado de la Tierra. Reacciona aumentando el calentamiento, los eventos extremos y más conflictos sociales”.

Esta es la confianza y esperanza. Nos encontramos en medio de crisis que no deben conducir a tragedias fatales. Pero puede ser el despertar de una nueva conciencia y, después la oportunidad de un salto cualitativo hacia una especie de correlación dentro de la Única Casa Común.

Mucha gente me dice que soy demasiado negativo y pesimista. Yo les digo, no soy pesimista. Pesimista es la cruda realidad en que vivimos y sufrimos. Juntamente con el Papa Francisco me encuentro lleno de esperanza porque creo que el ser humano puede cambiar sobre la base de una nueva conciencia, a partir de esta crisis, pueda construirse un tipo de seres humanos, más fraternos entre sí y respetando la Casa Común.

Álvaro Lacasta, s.j.

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