ÁLVARO LACASTA S.J.
DIRECTOR NACIONAL DE LA RED MUNDIAL
DE ORACIÓN DEL PAPA. VENEZUELA.
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EDITORIAL
La cumbre de París arrancó en unos objetivos sobre el cambio climático, aparentemente optimista. Cabe destacar algunos puntos referentes a dicha protección climática.
Sin más dinero los gobernantes, afirmaron no se invierte lo necesario, para reducir los efectos del calentamiento global.
“En la actualidad, tratar de detener el aumento de las temperaturas a nivel mundial y prepararse para las consecuencias inevitables del cambio climático es caro. Abordar los posibles modelos de financiamiento para una mayor protección climática”, se impone.
De acuerdo con el Fondo monetario Internacional, 43 de los 59 países en desarrollo más afectados por el cambio climático corren un alto riesgo de sufrir una crisis financiera.
Nada menos que 100 mil millones de dólares serán necesarios anualmente para daños y pérdidas originados por el cambio climático. Según el FMI, hasta mediados del siglo, se tendrán que invertir varios billones de dólares anuales en la protección climática y la adaptación a un planeta más caliente.
La cumbre de París concluyo el 23 de junio con un “consenso completo” para “reformar en profundidad” el sistema financiero mundial, pero sin la esperada revolución para acomodar plenamente la lucha contra el calentamiento global sin comprometer la reducción de la pobreza.

El presidente brasileño Lula da Silva participó de una forma contundente en la clausura de la cumbre, según dijo: “sin cambios en la gobernanza global, la cuestión climática se convierte en una broma”. ¿Quién va a cumplir las decisiones que emanan de los foros que celebremos? Y añadió: “debemos tener claro que, si no cambiamos las instituciones, los ricos seguirán siendo ricos y los pobres, seguirán siendo pobres”. En conjunto, las 500 personas más ricas del mundo sumaron 852.000 millones de dólares a sus fortunas en la primera mitad del año, con un incremento de 863 millones de euros diarios. Y añadió: “No es posible que, en una reunión con tantos países, no aparezca la palabra desigualdad. Vivimos en un mundo cada vez más desigual, donde la riqueza se encuentra en manos de menos gente. Si no le damos a esto tanta prioridad como a la cuestión climática, podemos tener un clima muy bueno, y la gente sigue muriendo de hambre en varios países del mundo.
Esta cuestión ha minado la confianza entre países desarrollados y en desarrollo y está retrasando seriamente las negociaciones de la ONU sobre el clima. Y, ¿dónde queda la esperanza humana, teológica? No faltan personas de alta calidad humana que sean optimistas ante el caos actual inherente al proceso evolutivo.
El hombre tal cual es hoy, cien mil problemas, dolores y alegrías, garantizan que sobreviva al futuro. La tarea es encontrar la estrecha vía entre la violencia y la política y de la razón.
El ser humano se presenta como un ser libre y creativo y podrá transformarse y transformar el caos en orden nuevo.
El caos actual representa una especie de parto, con los dolores que lo acompañan, de una nueva forma de organizar la existencia colectiva de la especie humana dentro de la única Casa Común incluyendo a toda la naturaleza sin la cual nadie sobrevivirá. Si es grande el peligro, decía un poeta alemán, grande es también la posibilidad de salvación. En palabras de la Sagrada Escritura:
“donde abundó el pecado (caos) sobreabundo la gracia (nuevo orden:) (Rom 5, 20) Así lo esperemos y así lo quieres Dios”.
Álvaro Lacasta. S.J.
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