“Recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio”.
Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: «La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio. […] De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia —tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27)— y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí» [23].
El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad» [24].

Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.
Papa Francisco
COMENTARIO PASTORAL
El Espíritu Santo es quien da la gracia y la fuerza para que la Iglesia se reforme a la luz del Evangelio y a él se las debemos pedir. La gracia es la luz, la iluminación, saber en qué nos debemos reformar como Iglesia; y la fuerza es la voluntad, la determinación de hacerlo.

¿Y en qué se debe reformar? Como nos lo dice el papa Francisco en la Evangelii Gaudium debe profundizar en la conciencia de sí misma, porque no es una Ong u otra institución fundada por la buena voluntad humana de hacer bien a los demás. Es una institución mucho más profunda y misteriosa, nada menos que la esposa de Cristo, quien se entregó por ella para hacerla santa e inmaculada.
Sabemos que la Iglesia no ha respondido siempre a ese modelo, tal vez sólo en los primeros tiempos de persecución y martirio. Históricamente fue derivando hacia una especie de monarquía absoluta, que exigía sumisión y reconocimiento, que trataba de influir como otro poder mundano más, con territorios, ejércitos y tratados con otros poderes. Cuando perdió su territorio y se redujo a lo que hoy es el Vaticano, todavía reclamó reconocimiento y veneración de las autoridades eclesiásticas. Los papas recientes fueron abandonando títulos y capisayos, capas pluviales y tronos y demás muestras de vanidad anticuada. Ya abandonaron el “nos” cuando escriben documentos y su trato es llano y acogedor, como lo hace el actual papa. Las estructuras económicas también están siendo reformadas por el papa Francisco, porque el dinero siempre es tentador y hubo irregularidades que necesitaban corrección.

Pero la Iglesia somos todos y los fieles creyentes la conforman tanto como los dirigentes. Por eso la intención de la oración apela a la conciencia de todos: ¿me siento Iglesia?, ¿considero a los demás como miembros de una misma familia?, ¿estoy dispuesto a colaborar en alguna de tantas iniciativas de mi parroquia o de mi diócesis?, ¿voy a educar a mis hijos en una fe alegre y práctica?, ¿hago oración todos los días, leo la Biblia, y busco comentarios religiosos por internet?
El Espíritu Santo nos dará la gracia y la fuerza para reformar esta Iglesia nuestra que tanto queremos.
P. Fco. Javier Duplá sj.

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