Intención de Oración Universal Diciembre (CLICK LEER MÁS)

Para una vida de oración.

Recemos para que nuestra relación personal con Jesucristo se alimente de la Palabra de Dios y de una vida de oración.

“¿Qué es realmente la oración? Esta es sobre todo diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como ser en relación personal con Dios que encuentra su plena realización solamente en el encuentro con su creador. El camino de la vida es hacia el encuentro definitivo con Dios.

Permaneced en silencio junto a Jesús. Y del misterioso silencio de Dios brota su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es realmente posible «estar» con el Padre y nos lo demuestra con su oración. Los Evangelios nos muestran a Jesús que se retira en lugares apartados a rezar; los discípulos, viendo esta íntima relación con el Padre, sienten el deseo de poder participar, y le preguntan: «Señor, enséñanos a orar» ( Lucas 11, 1).

En nuestra relación con el Señor, en la oración —pregunto— ¿nos dejamos maravillar o pensamos que la oración es hablar a Dios como hacen los loros? No, es fiarse y abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios que es siempre el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo, no es un encuentro de museo. Es un encuentro vivo y nosotros vamos a la misa no a un museo. Vamos a un encuentro vivo con el Señor.

AUDIENCIA GENERAL

FRANCISCO, 15 de noviembre de 2017

COMENTARIO

La intención de este mes se dirige a todos y cada uno de los cristianos: a mí, que escribo estas líneas, y a ti, que las lees. Y también a tantos y tantos que pueden acercarse a su contenido gracias a nuestro esfuerzo y oración.

Porque la oración es entrar en contacto con el que más nos ama, que nos alienta, que desea que amemos a los demás como fruto o expresión de ese amor a Él. Jesús oró mucho en su vida, se pasaba noches enteras en contacto y presencia con el Padre y con el Espíritu, y gracias a esa plenitud interior pudo llevar a cabo el anuncio del Reino, que tan pocos lo comprendieron y aceptaron. Estar con Dios es lo máximo. No hacen falta palabras, sino sentir su presencia, agradecérsela, disfrutar con ella. En una familia unida no hace falta estar hablando todo el día. Hay muchos momentos de silencio, de entendimiento sin palabras, pero con afecto grande. Por supuesto, también se puede rezar, es decir, traducir en palabras agradecidas, en peticiones, esa presencia del Señor. Pero no es frecuente en la catequesis enseñar a orar en silencio; los niños lo entienden: basta cerrar los ojos, respirar profundo, ponerse la mano en el corazón y sentir en cada latido que Dios está ahí con un amor inmenso.

Esta sentida presencia del Señor en muchos momentos del día nos libra de preocupaciones menores, ínfimas, que no vale la pena que nos quiten el buen humor. Sentir su presencia nos ayuda a dar a nuestras acciones la importancia relativa que tienen. Son pocas las decisiones muy importantes en la vida de cada persona: comprometerse en pareja o en la vida religiosa, tener un hijo, aceptar un trabajo, trasladarse de vivienda, ir a vivir a otro país. La mayor parte de nuestro día a día transcurre entre acciones de poca importancia, que hay que realizar, pero que no nos deben quitar nuestra paz, la que proviene de tener y sentir a Dios dentro de nosotros.

Eso es lo que vamos a pedir y practicar en este mes de diciembre, en el que el Niño Jesús nos ilumina sobre la importancia de la presencia callada, cercana, luminosa, alentadora para la vida de cada uno de nosotros y para la vida de los queremos.

P. Fco. Javier Duplá sj.

Red-Mundial-Venezuela-VE

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