Intención del Papa Julio 2023:Por una vida eucarística (CLICK LEER MÁS)

Por una vida eucarística

INTENCIONES DE ORACIONES DEL SANTO PADRE CONFIADAS A LA RED MUNDIAL DE ORACIÓN – JULIO 2023

Oremos para que los católicos pongan en el centro de su vida la celebración de la Eucaristía, que transforma profundamente las relaciones humanas y abre al encuentro con Dios y con los humanos.”

Cada vez que recibimos el Pan de Vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades. Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos. Nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias.

Foto: www.puntofamiglia.net

La misericordia de Jesús no teme nuestras miserias.Y, sobre todo, nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos: ¿Qué fragilidades? Pensemos:la de sentir resentimiento hacia quienes nos han hecho daño esta no la podemos sanar solos; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior esta no la podemos sanar solos; la de autocompadecernos y quejarnos sin encontrar descansotampoco ésta la podemos sanar nosotros solos. Es él quien nos sana con su presencia, con su pan, con la Eucaristía. La Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura las rigideces y las transforma en docilidad.

La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien. Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros. Esta es la lógica de la Eucaristía: recibimos a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en sus fragilidades. Y esto durante toda la vida. Hoy en la Liturgia de las Horas hemos rezado un himno: cuatro versos que son el resumen de toda la vida de Jesús. Y nos dicen que Jesús al nacer se hizo compañero de viaje en la vida. Después, en la cena, se dio como alimento. Luego, en la cruz, en su muerte, se hizo “precio”: pagó por nosotros. Y ahora, reinando en los Cielos es nuestro premio, que vamos a buscar, el que nos espera.

COMENTARIO PASTORAL

Al despedirse Jesús de los apóstoles en su Ascensión les dijo que no les dejaría solos, que estaría con ellos, la Iglesia naciente, hasta la consumación de los siglos. Después de la venida del Espíritu Santo comenzaron a celebrar la eucaristía, la acción de gracias, repitiendo las palabras que Él mismo dijo al instituir el sacramento: este pan es mi cuerpo y este vino es mi sangre. Así se sigue haciendo presente Jesucristo desde hace dos mil años y cumple su promesa de no dejarnos solos. Dios no solo se hace hombre en Jesús, sino que se hace materia en el pan y el vino. Es tan formidable este misterio que, aunque no podamos comprenderlo, lo tenemos que aceptar con toda el alma y el corazón agradecidos.

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En las palabras del Papa, pronunciadas en el Ángelus de hace dos años, se fija sobre todo en uno de los frutos de la Eucaristía: acompañarnos en nuestras fragilidades, que son muchas, sintiendo su presencia salvadora. La Eucaristía sana, porque nos une a Jesús, y nos une de la manera más increíble que nadie podía imaginar. Cuando comemos alimentos todos los días, los asimilamos y los convertimos en parte de nuestro cuerpo. Cuando comulgamos, somos nosotros asimilados por Jesucristo, nos convertimos en su cuerpo y sangre para toda la Iglesia. Así hacemos realidad esa hermosa expresión de “comunión de los santos”, que significa común unión, apoyo, refuerzo de nuestra fe, perdón de las ofensas que podemos cometer a los demás. Realmente la comunión es grandiosa.

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Pan de vida y bebida de salvación, dice el sacerdote al consagrar el pan y el vino. Expresión muy lograda de lo que significa la eucaristía: alimento que será repartido a los que comulgan y bebida necesaria para salvarse, porque es la sangre de Cristo derramada por nosotros. Las relaciones humanas de los que comulgan con frecuencia se hacen fraternales, porque participan de una misma fe activa y agradecida. No importa la diferencia de edad, de cultura o de estatus social; todos nos sentimos cercanos unos a otros, dispuestos a ayudarnos en el crecimiento de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor por los demás.

Que en este mes de julio nos esforcemos por recibir con mucha devoción el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nos hará crecer en fe, esperanza y fraternidad.

P. Fco. Javier Duplá sj.

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