Por los movimientos y grupos eclesiales
“Oremos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo”.
DISCURSO A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO DE LAS ASOCIACIONES DE FIELES, LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES Y LAS NUEVAS COMUNIDADES
Francisco
16 de septiembre de 2021
Quería estar aquí hoy, en primer lugar, para deciros gracias. Gracias por vuestra presencia como laicos y laicas, jóvenes y mayores, comprometidos en vivir y testimoniar el Evangelio en las realidades ordinarias de la vida, en vuestro trabajo, en tantos contextos diferentes —educativos, sociales, en la calle, en el terminal de los trenes; allí estabais todos vosotros— éste es el vasto campo de vuestro apostolado, es vuestra evangelización. Nosotros debemos entender que la evangelización es un mandato que viene del Bautismo; el Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero… Sí, lo hacen muy bien, pero quien ha sido bautizado tiene la tarea de evangelizar. Vosotros, con vuestros movimientos, habéis avivado esta tarea. Y está muy bien. Gracias.
En los últimos meses, habéis visto con vuestros propios ojos y tocado con vuestras manos el sufrimiento y la angustia de tantos hombres y mujeres a causa de la pandemia, sobre todo en los países más pobres, donde muchos de vosotros estáis presentes. Uno de vosotros me hablaba de esto. Tanta pobreza, miseria… Pienso en nosotros que aquí, en el Vaticano, nos quejamos cuando la comida no está en su punto, cuando hay gente que no tiene qué comer. Os doy las gracias porque no os habéis detenido: no habéis dejado de aportar vuestra solidaridad, vuestra ayuda, vuestro testimonio evangélico incluso en los meses más duros, cuando los contagios eran muy altos. A pesar de las restricciones debidas a las medidas de prevención necesarias, no os habéis rendido, al contrario, sé que muchos de vosotros multiplicasteis vuestro compromiso, adaptándoos a las situaciones concretas que se os presentaban y se os presentan, con esa creatividad que nace del amor, porque quien se siente amado por el Señor ama sin medida.
Este “sin medida” es lo que sale en estos momentos críticos. Y este “sin medida” también lo hemos visto en muchas monjas, en muchas consagradas, en muchos sacerdotes y en muchos obispos. Pienso en un obispo que acabó entubado por estar siempre con la gente. Ahora se está recuperando lentamente. Sois vosotros y todo el pueblo de Dios el que ha participado en esto y habéis estado ahí. Ninguno de vosotros ha dicho: “No, no puedo ir, porque mi fundador piensa de otra forma”. Así que, nada de fundador: aquí estaba la llamada del Evangelio y todos acudieron. Muchas gracias. Habéis sido testigos de «esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos» (Meditación en tiempo de pandemia, 27 de marzo de 2020). O somos hermanos o somos enemigos. “No, no, yo me separo: o hermanos o enemigos”. No hay término medio.
Como miembros de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales internacionales y otras comunidades, tenéis una misión eclesial verdadera y propia. Buscáis con dedicación vivir y hacer fructificar aquellos carismas que el Espíritu Santo, a través de los fundadores, ha dado a todos los miembros de vuestras asociaciones, en beneficio de la Iglesia y de los muchos hombres y mujeres a los que os dedicáis en vuestro apostolado. Pienso especialmente en aquellos que, hallándose en las periferias existenciales de nuestras sociedades, experimentan en su carne el abandono y la soledad, y sufren por tantas necesidades materiales y pobreza moral y espiritual. Nos hará bien a todos recordar cada día no sólo la pobreza de los demás, sino también, y antes que nada, la nuestra.
COMENTARIO PASTORAL
El papa Francisco repite varias veces la palabra “gracias”. ¿A quién agradece? ¿Son favores que le hacen a él? No, son favores que la gente buena hace a quien tiene todo tipo de dificultades, y él agradece esos favores hechos en nombre de Jesús. Es la forma en que todos podemos evangelizar, es decir, proclamar la Buena Noticia de que Dios está presente en nuestra vida. Y lo hace por medio de todos los cristianos bautizados, porque el bautismo convierte en sacerdotes a todos los que se bautizan, en evangelizadores, en testigos de la vida divina que habita en ellos y que la quieren transmitir con gozo. Evangelizar se hace mejor agrupados en instituciones de todo tipo: religiosas, catequísticas, educativas, de lucha por los derechos humanos, de asistencia contra el hambre y la enfermedad, tan frecuentes en nuestros días. Estas instituciones evangelizadoras están salvando de la penuria a miles y miles que sufren sin saber por qué. No hay nada que preocupe tanto a los hombres como encontrar una explicación a los sufrimientos de la vida. Y estas instituciones más que buscar explicaciones, las remedian.
Hasta hace poco fue la pandemia del coronavirus a la que se atribuían todos los males. Ahora ya pasó lo peor de esa pandemia, pero los males no los combaten quienes debían combatirlos por los cargos que ostentan. En contraste con ese egoísmo ha crecido la solidaridad en la Iglesia. Es el soplo del Espíritu que inspira a Francisco y a tantos religiosos y religiosas, obispos, diáconos, catequistas y laicos comprometidos a este maravilloso apostolado evangelizador. Jesucristo nos dio ejemplo: dio de comer al hambriento, curó a leprosos, tullidos y ciegos, resucitó a Lázaro y fue por eso perseguido hasta la muerte. Pero el Padre lo resucitó por su Espíritu y lo mismo hará con todos los que entregan su vida hasta el final haciendo el bien a los demás. “Yo soy la resurrección y la vida”, dice Jesús. “El que cree en mí aunque haya muerto, vivirá para siempre”. Repitamos estas palabras una y mil veces con la alegría de que resucitaremos para la vida eternal si hemos hecho que esta vida terrenal sea mejor para muchos. Amén.
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