Intención del Papa: Septiembre 2022 Por la abolición de la pena de muerte (CLICK LEER MÁS)

Recemos para que la pena de muerte, que atenta a la inviolabilidad y dignidad de la persona, sea abolida en las leyes de todos los países del mundo.

263. Hay otra manera de hacer desaparecer al otro, que no se dirige a países sino a personas. Es la pena de muerte. San Juan Pablo II declaró de manera clara y firme que esta es inadecuada en el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal. No es posible pensar en una marcha atrás con respecto a esta postura. Hoy decimos con claridad que «la pena de muerte es inadmisible» y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo

267. Quiero remarcar que «es imposible imaginar que hoy los Estados no puedan disponer de otro medio que no sea la pena capital para defender la vida de otras personas del agresor injusto». Particular gravedad tienen las así llamadas ejecuciones extrajudiciales o extralegales, que «son homicidios deliberados cometidos por algunos Estados o por sus agentes, que a menudo se hacen pasar como enfrentamientos con delincuentes o son presentados como consecuencias no deseadas del uso razonable, necesario y proporcional de la fuerza para hacer aplicar la ley».

268. «Los argumentos contrarios a la pena de muerte son muchos y bien conocidos. La Iglesia ha oportunamente destacado algunos de ellos, como la posibilidad de la existencia del error judicial y el uso que hacen de ello los regímenes totalitarios y dictatoriales, que la utilizan como instrumento de supresión de la disidencia política o de persecución de las minorías religiosas y culturales, todas víctimas que para sus respectivas legislaciones son “delincuentes”. Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. […] La cadena perpetua es una pena de muerte oculta».

269. Recordemos que «ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante». El firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que, si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie, daré a todos la posibilidad de compartir conmigo este planeta a pesar de lo que pueda separarnos.

COMENTARIO PASTORAL

P. Fco. Javier Duplá S.J.

Cuando uno escucha o lee o ve en pantalla la monstruosidad de crímenes atroces que los seres humanos se infligen, piensa que es lógico, lícito y educativo condenar a muerte a los responsables de semejantes atrocidades. Antiguos noviazgos o matrimonios rotos por el homicidio, ejecuciones extrajudiciales o extralegales, destrucciones masivas de ciudades y muertos innumerables en Ucrania, disparar a mansalva a los fieles de iglesias cristianas en Nigeria… podríamos llenar párrafos de todas las barbaridades que ha cometido, comete y seguirá cometiendo esa especie animal llamada ser humano. Los responsables no merecen vivir, porque quitan la vida a quienes merecen vivir.

Esta postura es natural y muestra la reacción de quienes sienten que hay un límite al comportamiento humano, marcado por el respeto a los demás, cosa que a los asesinos les tiene sin cuidado. Sin embargo, la intención del apostolado de este mes no acepta esa posición condenatoria y pide más bien que se elimine la pena de muerte en los países que todavía la admiten. ¿Qué pasa entonces con los asesinos? ¿Se sienten libres para seguir matando? Las legislaciones los condenan a la cárcel, los apartan del trato común pensando que pueden cambiar de mentalidad y de conducta cuando salgan libres. Es una visión respetuosa del ser humano, que nosotros los cristianos reforzamos diciendo que todo ser humano es creado como imagen de Dios. En palabras del Papa, “El firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo.”

A Jesucristo le quisieron negar ese lugar en el universo. Sufrió en carne propia toda clase de incomprensiones y persecuciones hasta que fue condenado a una muerte totalmente injusta y brutal. Sabemos que luego resucitó y que absorbió esa muerte y la eliminó, como la quiere eliminar para toda la historia humana si no ahora mismo, sí al final de la historia. La eliminación de la pena de muerte es un paso importante en esa dirección hacia la paz universal. Roguemos al Señor para que los abogados, jueces y gobernantes y todos nosotros contribuyamos a ese esfuerzo de la Iglesia.

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